top of page
Buscar

Ansiedad, miedo y estrés: ¿son la misma cosa?

Foto del escritor: PsicoDifusorPsicoDifusor

Actualizado: 16 jun 2021


Imagen: ABC Bienestar



Extracto del libro "Ansiedad, estrés, pánico y fobias", de Enzo Cascardo y Pablo Resnik, publicado el año 2016.


Por: Enzo Cascardo y Pablo Resnik.


No. si bien son términos que a menudo se utilizan para designar el mismo tipo de reacción, y, por otra parte, una reacción puede estar englobada dentro de la otra en algunas circunstancias, significan cosas diferentes. Llamamos estrés a la reacción por la cual el organismo se coloca en estado de máxima alerta, generando una serie de modificaciones psicofísicas (tensión muscular, taquicardia, atención aumentada, aceleración del ritmo respiratorio, etc.) para afrontar diferentes situaciones de demanda. La reacción suele ser la misma ante diferentes tipos de estresores (estresores= situaciones capaces de generar estrés). Es un tipo de reacción, más o menos primitiva, que compartimos con el resto de los integrantes del reino animal puesto que generalmente no participan áreas superiores de la corteza cerebral (que se encuentran solo en el cerebro humano).

Por ejemplo, si una persona está trabajando muchas horas con intensidad, sometida a una gran presión, es de esperar que con el correr de los días comience con una serie de síntomas, tales como aceleración de los latidos del corazón, contracturas musculares, nerviosismo, irritabilidad, dificultades para concentrarse, trastornos del sueño, etc. Todas esas manifestaciones ocurren como consecuencia del estrés y, entonces, el sujeto debería tomarse un descanso (vacaciones), para que, al suspender el estímulo que generó el estrés (la sobrecarga laboral), el funcionamiento del organismo vuelva a la normalidad.

El miedo implica, en cambio, además de las manifestaciones corporales, un conjunto de comportamientos y emociones que se observan y experimentan cuando un organismo se enfrenta a situaciones de riesgo o amenaza. Es decir, aparecen cambios orientados a evitar la situación atemorizante o, si no hay escapatoria, enfrentarla.

Por ejemplo, vamos caminando en la noche por una vereda oscura. Un individuo que camina por la vereda de enfrente cruza hacia nosotros en actitud sospechosa. Nuestro corazón se acelera, la respiración se agita, quizá experimentamos una sensación de mareo o visión borrosa. Son señales, síntomas muy similares a los del estrés, provocados en ese contexto por el miedo, cuya función es que nos demos cuenta de que podríamos estar en peligro.

La ansiedad, por su parte, es un tipo de reacción bastante más evolucionada, que solo experimentan los humanos, puesto que implica pensamientos, comportamientos, reacciones fisiológicas y experiencias emocionales que presenta el hombre ante situaciones de conflicto (necesidad de tomar decisiones o desarrollar acciones en las que hay más de una alternativa potencialmente correcta).


Entonces, ¿cómo se podría definir mejor la ansiedad?


Es muy difícil dar una definición de ansiedad que cubra sus diferentes aspectos, pero todos conocemos muy bien esa sensación que parece una combinación de inquietud, impaciencia, alarma, incertidumbre y temor, a la que llamamos de ese modo. No existe una persona que no la haya experimentado, por ejemplo, al entrar a una sala para una entrevista laboral o para dar un examen, o ante una señal de peligro en una calle solitaria por la noche. Sin embargo, lo que es menos conocido es que sensaciones tales como mareos, visión borrosa, entumecimiento y hormigueo, sensación de falta de aire que puede derivar en sensación de ahogo o asfixia, pueden ser también parte de la ansiedad.


¿Es normal sentir ansiedad?


Sí. Llamamos ansiedad normal a un conjunto de emociones manifestaciones físicas que se presentan cuando nos enfrentamos (o nos estamos por enfrentar) a situaciones nuevas, o de exigencia. La "ansiedad normal" nos ayuda a adaptarnos a estas situaciones de manera tal que podamos obtener la respuesta más adecuada para las mismas. En este sentido, es beneficiosa, ya que nos permite alcanzar mejor los objetivos que nos planteamos en la vida. Por ejemplo, frente a una situación de tener que terminar un trabajo muy importante en un plazo determinado, la ansiedad normal nos va a permitir estar más alerta, dormir menos horas y enfocar toda nuestra atención y nuestras energías en nuestra tarea.

Sin embargo, cuando los síntomas ansiosos se vuelven excesivos y difíciles de controlar, pueden llegar al punto de inferir seriamente en nuestras actividades diarias (trabajo, vida social, de pareja, etc.). En este caso estaremos en presencia de un cuadro de "ansiedad patológica", que puede requerir tratamiento médico y/o psicológico para su resolución.


¿Para qué sirve tener miedo y ansiedad? ¿Qué es la respuesta de lucha/huida?


Como hemos dicho, el miedo y la ansiedad se producen en respuesta al peligro o a una amenaza.

Desde el punto de vista científico, el miedo (o ansiedad inmediata o de corto plazo) es denominado respuesta de lucha/huida. Se la denomina de ese modo porque todos sus efectos están dirigidos a preservar la vida frente a una amenaza, ya sea mediante la lucha física o el escape. Tanto en un caso como en otro, el organismo debe prepararse con celeridad para un mayor rendimiento físico que le permita afrontar con éxito la situación de amenaza. Por lo tanto, el primer propósito de la ansiedad es proteger el organismo.

Para comprender mejor este mecanismo, será útil que recordemos el modo en que las diversas especies logran sobrevivir y abrirse paso a través de las edades. Cuando nuestros ancestros prehistóricos vivían en cavernas, resultaba vital que, al enfrentarse con algún peligro, tuviera lugar una respuesta automática que les facilitara una rápida entrada en acción (atacar o correr).

Desde los trabajos de Charles Darwin entendemos la adaptación como la supervivencia del más apto. Es decir, de las diferentes especies sobreviven aquellas que logran desarrollar defensas, modos de alimentación, etc., que las ayuden a perduraren el medio ambiente. Para ello, a través de períodos muy largos, las diferentes formas de vida van incorporando modificaciones de estructura o función. Si tales cambios resultan exitosos, sobrevivirán. Así como otros animales desarrollaron poderosos colmillos, garras o un instinto agresivo, o alas y capacidad de vuelo para sentar su hogar en las alturas, el hombre, a través de su evolución, desarrolló, entre otras cosas, la reacción de miedo.

Si bien estos recursos de defensa física (atacar, correr, huir) se comprenden mejor si los situamos en el contexto de la vida salvaje, en el mundo "civilizado" y convulsionado de hoy este mecanismo continúa resultando de utilidad. Solo imaginemos la situación de estar cruzando la calle, cuando de repente un auto acelera en nuestra dirección tocando bocina. Si no experimentásemos miedo en absoluto, podríamos resultar muertos. ¿Por qué? Porque la falta de alarma y de activación inmediata nos dejaría indefensos y a merced del peligro. Por suerte, lo más probable es que la respuesta de lucha/huida se produzca y podamos salir del camino con rapidez para poder salvarnos.

La respuesta de lucha/huida genera cambios inmediatos en nuestro organismo, que nos permiten una mejor y más rápida respuesta física ante el peligro. De manera tal que el propósito del miedo (o respuesta de lucha/huida) no es dañarnos sino protegernos. Sería completamente absurdo que la naturaleza desarrollara un mecanismo para proteger el organismo y que, al hacerlo, lo dañara.


6 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


Publicar: Blog2_Post
  • Facebook
  • Twitter
  • LinkedIn
  • Instagram

©2021 por PsicoDifusión. Creada con Wix.com

bottom of page