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Arlene Vetere & Rudi Dallos: La adolescencia

Foto del escritor: PsicoDifusorPsicoDifusor

Imagen: Vida y Salud



Extracto del libro "Apego y terapia narrativa", de Arlene Vetere y Rudi Dallos, publicado en el año 2009.


Por: Arlene Vetere y Rudi Dallos.


Mucho se ha hablado desde una perspectiva occidental de la adolescencia como un momento traumático y de crisis, sin embargo, no siempre es éste el caso (Rutter, 1980). Algunos niños sabes expresar con claridad sus sentimientos, positivos y negativos, a sus padres y resolver conflictos. Otros se pueden sentir cohibidos y temerosos ante sus padres, de modo que no les manifiesten sentimiento alguno. Pero, en general, en esta fase los hijos pasan progresivamente la intensidad de sus apegos de sus padres a sus amigos y posibles amistades de mayor intimidad. Queremos subrayar que, en la mayoría de los casos, se trata de un cambio, y no de un corte definitivo del apego a los padres. También es el momento en que muchos empiezan a ensayar hábitos de las personas adultas: beber, fumar, salir solos, buscarse un trabajo remunerado, tomar drogas y tener relaciones sexuales. Al padre o la madre que se ha quedado en casa por el hijo, este cambio le puede generar un sentimiento de estar de sobra o, como dicen algunos padres, de que el hijo "se toma la casa como si fuera un hotel". Ocurrirá también lo contrario: que a los padres les preocupe que su hijo siga tan unido a ellos y no parezca que haga amigos íntimos, ni sepa comportarse de forma independiente fuera de casa. Las ideas culturales sobre lo que se espera de los jóvenes en diferentes momentos pueden variar, pero la reflexión sobre el apego parece indicar que, cualesquiera que sean los discursos culturales o religiosos sobre las relaciones con los padres y la adopción de roles adultos, nuestra necesidad de conexión, seguridad y apoyo es constante, e incluso se interpreta de forma más fluida y múltiple a medida que envejecemos.


Uno de los procesos de apego básicos durante la adolescencia es el paso del apego a los padres como figuras de apoyo, al apego a los iguales, pero con períodos simultáneos de intenso apego a los padres. Cuando las relaciones van mal, por ejemplo cuando se riñe con los amigos, cuando el primer amor fracasa, etc., el adolescente necesita que sus padres puedan ayudarle a regular sus sentimientos, a menudo muy intensos. Durante la infancia, ha exigido a sus padres que le ayuden a gestionar su desarrollo y regular su afecto, pero, posiblemente, en la adolescencia esta tarea se hace más difícil, porque el joven será al mismo tiempo más crítico con sus padres. Éstos pueden estar peleando con la idea de que las críticas de sus hijos les han dolido mucho y las han sentido como un rechazo, pero han de mantener una relativa calma y saber ayudar al hijo a gestionar sus sentimientos. Una vez más, este período llevaría a unas reorganizaciones positivas en donde los padres descubren, en su capacidad de ayudarle, una nueva intimidad con su hijo. Pero también ocurrirá que algunos padres sufran una crisis al verse invadidos por recuerdos de su propia infancia y de unos progenitores con los que nunca podían contar o que les tenían abandonados. Los guiones correctivos se pueden desbaratar debido a la vorágine de sentimientos negativos, la carencia de una buena experiencia en este tipo de dilemas, la sensación de ser criticado por los hijos adolescentes, etc., de modo que los padres, pese a sus mejores intenciones, repiten de nuevo lo que ellos les hicieron durante su adolescencia. Es éste un momento conmovedor del trabajo terapéutico, cuando los padres reconocen la promesa que se hicieron de no repetir los errores de sus padres. Quienes han vivido unos apegos inseguros en su infancia mantienen guiones coercitivos de un ámbito en gran medida semántico, ya que no disponen de los recuerdos procedimentales, visuales ni episódicos de su infancia que les ayuden a revisar los guiones bajo coacción. Cuando sus hijos eran más pequeños quizás hubiera mayor posibilidad de contenerles y ayudarles emocionalmente. Sin embargo, ante el mayor poder intelectual de los adolescentes para criticar a los padres, no solo en lo que se refiere a su conducta, sino también para debilitar los cimientos semánticos en que se asientan los guiones coercitivos de los padres, a éstos les puede ser más difícil ayudar emocionalmente a sus hijos adolescentes.


La adolescencia puede ser también una época en la que el hijo que ha desempeñado en la familia un papel fundamental en la satisfacción de las necesidades emocionales de sus padres, empiece a reaccionar contra esta posición. Las expectativas de sus iguales, los impulsos sexuales y las comparaciones con la vida de los iguales, pueden provocar que el adolescente intente desplazarse él mismo de su situación en el enredado triángulo emocional que forma con sus padres, que se comunican entre sí a través de él. Por ejemplo, Kathy (de diecisiete años) dice a sus padres:


Lo único de que les oigo hablar es de mí, y si no tuviera esto (anorexia), seguramente... todo se vendría abajo. Al menos tienen de qué hablar, y mientras yo siga con esto no se van a pelear, porque no haría sino empeorar las cosas. O sea... que no es que tenga lo que se dice el control, pero sí que de esta forma controlo mejor la situación (Kathy.)

Un peligro para el joven que esté en la situación de Kathy es que con este triángulo que forma con sus padres es incapaz de practicar las relaciones con sus iguales y aprender de ellas. Esto puede significar que se aleje de sus iguales y poco a poco se vaya enredando emocionalmente con sus padres.

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