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Imagen: Fundación Recal
Extracto del libro "Adicción a las redes sociales y nuevas tecnologías en niños y adolescentes", de Enrique Echeburúa y Ana Requesens, publicado en el año 2012.
Por: Enrique Echeburúa & Ana Requesens.
Hablar de adicción en estos casos puede resultar chocante y es objeto de controversia. Sin embargo, y por mucho que la adicción a Internet y a las nuevas tecnologías no sea equivalente al grave problema de la adicción a las drogas y al alcohol, parece haber numerosos aspectos en común.
Cualquier inclinación desmedida hacia alguna actividad puede desembocar en una adicción, exista o no una sustancia química de por medio. La adicción es una afición patológica que genera dependencia y resta libertad al ser humano al estrechar su campo de conciencia y restringe la amplitud de sus intereses. De hecho, existen hábitos de conducta aparentemente inofensivos (como las compras, el juego de apuestas o el sexo) que, en determinadas circunstancia, pueden convertirse en adictivos e interferir gravemente en la vida cotidiana de las personas afectadas, a nivel familiar, escolar, social o de salud.
Todas las personas aspiran a encontrar un nivel de bienestar emocional estable. Lo habitual es que la sensación de bienestar resulte de un determinado tipo de vida en donde la persona obtenga satisfacciones diversas de los estudios o del trabajo, de la familia, de los amigos, de sus relaciones de pareja o de las aficiones a las que se dedique en su tiempo libre. De este modo, las carencias en algunas de estas realidades pueden compensarse, en cierto modo, con los logros obtenidos en otras. Por el contrario, si una persona por distintos motivos es incapaz de diversificar sus intereses y se concentra exclusivamente en una única actividad (lo que puede ser una causa o efecto de la adicción), corre un gran riesgo de volverse adicto a esa conducta.
Lo que caracteriza a una adicción es la pérdida de control y la dependencia. En estos casos el comportamiento está desencadenado por una emoción que puede oscilar desde un deseo intenso hasta una auténtica obsesión y que es capaz de generar un fuerte malestar, llamado síndrome de abstinencia, si se deja de practicarlo. Por ello, el sujeto, ofuscado por el objeto de su adicción, llega a perder el interés por implicarse en otro tipo de conductas que anteriormente le resultaban gratificantes o que le pudiese resultar atractivas en el futuro.
Todas las conductas adictivas están controladas inicialmente por reforzadores positivos —el aspecto placentero de la contacta en sí—, pero terminan por ser controladas por reforzadores negativos, es decir, por el alivio de la tensión emocional. De este modo, una persona normal puede hablar por el móvil o conectarse a Internet por la utilidad o el placer de la conducta en sí misma; una persona adicta, por el contrario, lo hace buscando el alivio del malestar, es decir, intentando ahuyentar el aburrimiento, la soledad, la ira o el nerviosismo. Hay ciertos lugares de Internet que se prestan más a estas conductas de escape. En concreto, los tres grandes ciberámbitos de evasión son las páginas web de contenido pornográfico o violento, los sitios de juegos y apuestas y las comunidades virtuales.
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