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Joe Dispenza: ¿Siempre es materia y nunca mente? ¿Siempre es mente y nunca materia?

Foto del escritor: PsicoDifusorPsicoDifusor

Imagen: 5th Element Wellness



Extracto del libro "Deja de ser tú", de Joe Dispenza, publicado en el año 2012.


Por: Joe Dispenza.


Conectar el mundo físico exterior de lo observable con el mundo mental interior de los pensamientos siempre ha sido un gran reto para científicos y filósofos. Muchos seguimos creyendo, incluso hoy día, que la mente tiene efectos muy pequeños, o imperceptibles, en el mundo de la materia. Aunque coincidamos seguramente en que el mundo de la materia crea consecuencias que nos afectan mentalmente, dudamos de que la mente pueda producir cualquier cambio físico que afecte los aspectos sólidos de nuestra vida. Mente y materia parecen dos cosas distintas; es decir, a no ser que cambiemos nuestra comprensión de cómo lo físico y lo sólido coexisten.

Este cambio ya se ha producido, y para ver de dónde surgió no es necesario retroceder demasiado en el tiempo. Desde la época que los historiadores consideran como los tiempos modernos, la humanidad ha creído que la naturaleza del universo era ordenada y, por lo tanto, previsible y explicable. Veamos, por ejemplo, a René Descartes, un matemático y filósofo del siglo XVII que creó muchos conceptos que en la actualidad siguen siendo muy importantes para las matemáticas y otros campos (al menos eso creo, ¿te suena de algo «Pienso, luego existo»?), pero que, sin embargo, lanzó una teoría que nos ha hecho en realidad más mal que bien. Descartes fue el defensor del modelo mecanicista del universo: la idea de que el universo está regido por leyes previsibles.

En lo que respecta al pensamiento humano, Descartes se enfrentó con un auténtico reto: la mente humana poseía demasiadas variables como para encajar en alguna ley física. Al no poder unir su conocimiento del mundo físico con el de la mente, aunque tuviera que tener ambos en cuenta, Descartes recurrió a un ingenioso juego mental (un juego de palabras). Dijo que, como la mente no estaba sujeta a las leyes del mundo físico objetivo, estaba fuera del alcance de la investigación científica. El estudio de la materia era competencia de la ciencia (la materia, y no la mente). En cambio, la mente, al ser el instrumento de Dios, era a la religión a la que le competía estudiarla (la mente, y no la materia).

Descartes inició un sistema de creencias que imponía una dualidad entre los conceptos de mente y materia. Durante siglos esta división se consideró un conocimiento aceptado de la naturaleza de la realidad.

Los experimentos y las teorías de Isaac Newton ayudaron a perpetuar las ideas cartesianas. El matemático y científico inglés no sólo consolidó el concepto del universo como una máquina, sino que creó una serie de leyes que afirmaban que los seres humanos podíamos determinar, calcular y predecir con precisión las formas ordenadas con las que el mundo físico funcionaba.

Según el modelo físico newtoniano «clásico», todo se consideraba sólido. Por ejemplo, la energía se interpretaba como una fuerza que movía los objetos o cambiaba el estado físico de la materia. Pero, como verás, la energía es mucho más que una fuerza exterior ejercida sobre la materia. La energía es el entramado mismo de lo material y responde a la mente.

Por extensión, la labor científica de Descartes y Newton estableció un modo de pensar según el cual la realidad estaba gobernada por principios mecanicistas, la humanidad apenas podía influir en los resultados. Toda la realidad estaba predeterminada. Dada esta visión, no es extraño que los seres humanos empezaran a dudar sobre la idea de que sus acciones importaran y ni se plantearan que sus pensamientos fueran importantes o que el libre albedrío desempeñara un papel en el universo. ¿Acaso muchos de nosotros no seguimos suponiendo (de manera consciente o inconsciente) que los seres humanos somos a menudo poco más que víctimas?

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